martes, 19 de enero de 2010

¿Viajero perpetuo?


La última y definitiva entrega de esta Experiencia panamericana pequeñita ha tardado más de lo imaginable en salir. Casi un mes ha pasado desde mi vuelta, mientras al relato aún le faltaba un final. El balance comparativo desde la rutina habitual, que podría (por el tiempo transcurrido) mitificar o desdibujar el periplo. No han sido, desde luego, semanas propicias para la distancia. Si no me he puesto a escribir es por la dificultad de explicar mis sensaciones. No me ha sucedido como a John, compañero en Atacama, que, apenas llegado a Estados Unidos, siente la vivencia muy atrás. Yo no. En mí está latente y provocando una pulsión acuciante. Es hora de pasar página, lo sé, pero esto no debe significar ni olvido ni pasado.
Hay quien lo llama Síndrome posvacacional. Te lo pasaste tan bien que, cuando debes adaptarte a la cotidianeidad, no la soportas. Tanta banalidad, tan poco estímulo real, no predeterminado, porque en este entorno ya sabes lo que va a pasar. Cómo actuará todo el mundo, tú el primero. Podrían diagnosticarme ese trastorno. Lo aceptaría. Pero para mí no fueron "vacaciones" lo disfrutado en la ruta, fue más que eso. No saber, por ejemplo, qué ocurriría un instante después o tus reacciones ante cualquier acontecimiento. Muchas veces con un resultado revelador. Facetas inexploradas de mi personalidad aparecieron, de hecho, enterradas entre toneladas de formalismos sociales, que sólo se perciben cambiando el contexto. Me rebelo contra la vida diseñada de antemano, donde se pretende controlar cualquier suceso, cualquier comportamiento.
Todavía conservo rastros del viaje. Quizá implique que no haya aceptado su terminación. O puede que lo contrario, que esté preparado para el siguiente. Utilizaré algunas notas en esta entrada apuntadas en mi Bloc de Notas-Bloco de Apontamentos, fiel acompañante. Tiene mi nombre escrito en un recuadro. También recortes de prensa. Cuando aún estaba en Buenos Aires, en las vísperas de mi regreso, me pregunté cuál sería mi huella dejada en la ruta. Ni idea. Expongo, sin embargo, la de otros.
Por accidente, al pasarme por un rato de la litera inferior que ocupaba a la superior, vacía, para tener luz suficiente para leer, vi sobre un armario señales del paso de otros huéspedes. Presumo que mochileros. Esto fue lo que encontré:
-Un alfajor o dulce típico argentino.
-Un folleto con las mejores opciones para un mochilero en Chile: "Backpacker's Best of Chile 2008/2009. Bed&Breakfast&Activities".
-Un Mapa de las Artes de Buenos Aires, con los lugares y eventos dignos de visitar.
-Número 7 del periódico bimensual para viajeros auto-orientados The Nose, de noviembre-diciembre de 2009.
-Dos números del periódico trimestral The Traveller's Guru, correspondientes a enero y abril de 2009.
-La caja de una prenda acuática (presumiblemente un bañador) de la talla 43-44.
-Un sobre de té.
Obviamente, viendo la fecha de las publicaciones y los productos abandonados, la conclusión inmediata es que no habían limpiado mucho últimamente en aquel cuarto. La segunda es que, además de por comer y vestirse, el mochilero (al menos el anglosajón) se preocupa también por encontrar referencias para elegir sus mejores opciones en la ruta. Y tiene, francamente, bastantes a su disposición. Curioseo entre los restos. En The Nose hay un artículo en la página 5 que moviliza mi atención. Traduzco su título: "Planes perpetuos, sólo para mortales. Preguntas más recurrentes sobre el turista permanente". Lo acabo de repasar. Una inspiración.
En las conversaciones mantenidas con amigos y familiares tras mi peregrinaje, he escuchado reiteradamente el comentario de que estoy "ausente". Es decir, que, aunque físicamente me encuentro aquí, mi cabeza está en otro lado. Seguramente ya lo supiera, pero a veces es necesario oírlo en boca de otros. Esta afirmación me ha llevado inconscientemente a justificarme ante ese veredicto que, en cierta medida, me exige tomar tierra ya. ¿Acaso la experiencia panamericana no podría convertirse en un faro de mis movimientos futuros, lo entienda quien lo entienda? No tengo ningún lazo atado a un sitio que me impida hacer de mi vida un continuo viaje. Y no lo digo en sentido metafórico. Cuando lo cuento, las mentes racionales me inquieren sobre mis ahorros o mi fórmula para la supervivencia. Asunto crucial, sin duda, para lo que me sirve de referencia la citada The Nose.
Resulta que un tal W. G. Hill escribió en la década de los 90 un libro titulado PT-The Perpetual Tourist. Para muchos lectores un texto para pasar página. Siguiendo su doctrina vendieron coche y casa, dejaron el trabajo (por muy estable y antiguo que fuera) y se fueron a ver mundo. La tesis principal que defiende W. G. Hill es la de que uno se puede plantear ganar la vida independientemente del lugar de residencia. De ese modo, tener movilidad y aprovechar las ventajas del cosmopolitismo. En el blog www.perpetual-traveller.blogspot.com se extienden con mayor detenimiento. De hecho, lo han convertido en bandera. Es llamativo saber que su vía de ingresos proviene de jugar al póker en internet. Según manifiestan, para ser "viajero perpetuo" se requiere lo siguiente:
-No tener hipotecas y sí unos fondos de un mínimo de 50.000$ estadounidenses.
-Pasaporte, tarjetas de crédito y carnet de conducir domiciliados en la dirección de algún familiar.
-Una cuenta de cajero automático global, como Neteller.com.
-Ordenador portátil y accesorios.
-Mochila de 50 litros.
El Viajero Perpetuo del blog homónimo lleva desde 2006 aplicando ese credo. La clave es mantener sus gastos a un máximo de 40$ estadounidenses al día. Cumplo los requisitos casi al completo, y los que no también puedo conseguirlos. Es un buen principio para "tomar tierra". Sin embargo, como fuente de inspiración tiene lagunas. El planteamiento general de la figura del viajero perpetuo es la de evadir impuestos. Es decir, la de saltar de país en país para tributar lo menos posible a Hacienda, aprovechando las ventajas de la tecnología. No es mi propósito, aunque ahí queda la vía económica, pendiente de revisión en mi hipotético proyecto.
Nos hemos acostumbrado a nuestra condición sedentaria: estar enraizados, como un árbol, al mismo sitio. Y con la vigencia del concepto de familia, no ya individualmente, sino de generación en generación. Como el cultivo que, por repetición, agota los recursos de un terreno. No. Nuestra condición natural es la ser nómadas. Arrastrados por la tierra, el aire, el fuego o el agua hasta recabar en una próxima escala. Quizá cuando uno haya recorrido por completo el planeta pueda detenerse. Y mirar el rastro dejado. La memoria de las personas, las cosas y los momentos. De ocurrir será al final de una vida. Plena e intensa. ¿Entonces? ¡A mover el culo! Sirva de muestra el vídeo: el bamboleo de un tango en la Milonga de San Telmo, entre un viejo y una joven, que no cesaron en toda la noche de acompasar sus cuerpos al ritmo de la música.