viernes, 13 de noviembre de 2009

Mitomanía

- Soy, por naturaleza, poco mitómano. No encajo en el perfil de los que sienten devoción por una figura a la que no tratan personalmente. Menos aún, si es imposible, porque, por ejemplo, esa persona haya fallecido ya. Tengo, claro está, como todo el mundo, mis pasiones; reconociendo y admirando el talento y el tesón ajenos. Como fuente de deleite o de inspiración. Además, trato de ser consecuente con mis actos, máxime si los pongo por escrito.
Llegué a Córdoba, la segunda población argentina (1 millón trescientos mil habitantes), después de visitar Rosario (la tercera, con 1 millón cien mil). Era casi un trámite, una escala técnica entre dos destinos muy alejados. Me habían comentado que la ciudad quizá no fuera muy atractiva, pero las Sierras Centrales que la rodean valían la parada. Como casi siempre en este viaje, mi información no estaba contrastada, ni sabía muy bien a qué iba. Sin embargo, allí estaba.
En el trayecto había conocido a Belén, alumna de óptica, que se desplazaba desde su pueblo a otro distante unos pocos kilómetros más allá, donde reside por estudios durante la semana. Lo bueno de juntarse con lugareños es esto: poder tratar con gente tan relinda como ella. Intercambiar comentarios sobre las formas de vida propias, el uso de ciertas palabras en español o las expectativas sobre el futuro. Cualquier tema vale si despierta una actitud amistosa. Belén tiene un bonito recuerdo de cuando fue con la banda municipal al norte de Italia. Dice que ya no toca el saxo, pero que mantiene contacto con la familia que la alojó. En cuanto a su formación, había empezado inicialmente Comunicación Audiovisual en su provincia, pero ante la convicción de que Córdoba no es el centro de esa industria en Argentina decidió cambiar. Está muy arraigada y no le gustaría tener que marcharse. Me llevé la agradable sorpresa de que, a veces, estos encuentros se prolongan. Belén se ha convertido en seguidora de este blog. Quién sabe, quizá nos volvamos a ver...
Sólo me quedé una noche, porque quería continuar a Mendoza. A la mañana siguiente, junto con Ricardo, portugués venido a Sudamérica para trabajar en una ONG en Chile, decidí llevarme alguna impresión del sitio. Fuimos a Alta Gracia, en las Sierras de Córdoba. La sequía está afectando estos parajes eminentemente agrícolas. En esa pequeña localidad rescataron a principios de esta década una vivienda unifamiliar para convertirla en museo. La casa donde pasó su niñez y adolescencia, entre los 4 y los 16 años, Ernesto Guevara. Sus problemas con el asma habían aconsejado su traslado a un clima más seco, como éste. Debía haber nacido en esta provincia y no en Rosario. Sus amigos, sus notas en el colegio, testimonios retrospectivos de su temprano liderazgo, su aventura en moto junto a Alberto Granado. Hasta llegar a El Che. Fidel Castro y Hugo Chávez firmando en el libro de honor. Imbuirse del mito. Del icono. Para mi personaje, fundamentalmente un viajero. Panamericano.
De paso, también acudí a la casa-museo de Manuel de Falla. La austeridad del hombre. La sombra de la guerra civil española. Viajeros que se van y no retornan. O que dejan, si quieres, su huella.

1 comentario:

  1. Ivan, que lindo que me recordaste en el blog, está perfecta la información que pusiste acerca de mí.. que memoria hombre!! jaja.. Ah, te hago una correción: la ciudad donde vivió unos años El Che Guevara es "Alta Gracia" y no "Alta Clara" jaja! saludos!

    ResponderEliminar