Veo pasar repetidamente a parejas de motoristas y observo cómo muchos de ellos están simplemente yendo de un extremo a otro de la población. Serviría de argumento para más de una película de Hollywood sobre adolescentes americanos. Prueban sus vehículos, se retan. Como no parece abierto ningún lugar donde cenar (el calor me ha quitado el hambre, de todas formas), compro un paquete de papas y un refresco y me siento en una terraza en frente de los surtidores. Me siento como un personaje de Jarmusch. Me miran, les miro, pero no hablamos. Extraña manera de pasar una tarde de día festivo, aunque siempre haya sido una ocasión propicia para acudir al cine.
Al margen de la vida cotidiana de los habitantes de San Miguel, lo que atrae a los visitantes son las ruinas de lo que en los siglos XVII y XVIII fue una "reducción" misionera. En este área los jesuitas contactaron con los nativos y fundaron aldeas estables. En una como ésta pudieron vivir unas 4.000 personas, generando recursos económicos propios, a partir de plantaciones de hierba mate, ganado y metalurgia. Tuvo su apogeo entre 1690 y 1750 y este modelo de evangelización se extendió a Paraguay y Argentina. El Tratado de Madrid, por el que España cambió con Portugal este territorio por Colonia del Sacramento (aquella ciudad uruguaya del Río de la Plata que no pude visitar por falta de tiempo), acabó con esto: obligó a los indios a emigrar y provocó la expulsión de los jesuitas. Con invasiones, resistencias y muertes numerosas.
Por la noche ofrecen un espectáculo de luz y sonido. Nos juntamos unas 40 personas, brasileñas todas, creo, excepto yo. En medio de un paisaje tropical, voces y músicas de culturas perdidas. Las sombras de lo que fue la iglesia impresiona. Al irnos me fijo en un grupo de guaraníes (los antiguos pobladores) que venden sus artesanías. Collares, flautas, arcos y flechas. Todas con sentido decorativo. Me sorprende que todavía queden miembros de aquellas comunidades, pues los ejércitos español y portugués se aplicaron duramente. Me pregunto si estos pocos guaraníes aportan también un valor decorativo a este Patrimonio de la Humanidad.
Durante el desayuno, coincido con una pareja de brasileños y un trío compuesto por dos mujeres del país y un argentino. Habla el hombre. Cuenta sus proezas amatorias, explicando cómo debe hacerse para no eyacular durante 13 sesiones seguidas. Me entero que este señor pudo ser el marido de Aitana Sánchez-Gijón. Según relata él mismo, cuando la actriz fue a Bs As, un amigo común le pidió a él que le hiciera de guía. Se negó, si no hubiera sido así... porque quien le sustituyó es su actual pareja. Voy a describirlo por si alguien se lo encuentra. Voluminoso, 70 años, pelo y barba blancos. Me quedé con ganas de preguntarle su nombre. Su profesión no, ya la sé: profesional de la industria de la ficción.
Oye, me encanta este personaje. Pensaba que no te ibas a encontrar ningún fulano de estas características. Me da que los argentinos se expresan con mayor "facilidad" en el extranjero.
ResponderEliminarUn beso fratello.