lunes, 30 de noviembre de 2009

La sal de la vida




Mientras esperaba en Iruya el colectivo para Humahuaca, donde debía hacer noche nuevamente antes de seguir para Bolivia, tuve una interesante conversación con Susan. Acabábamos de despedirnos de nuestras respectivas acompañantes. En mi caso, la arquitecta australiana; en el suyo, la americana de Kansas City. Estuvimos hablando de las dos chicas, imaginando si llegarían o no a destino y de cómo podían llevarse entre ellas, casi como si realmente las conociéramos. Habíamos coincidido en el alojamiento y, seguramente, para continuar nuestros viajes necesitábamos soltar lastre. Fue una charla de apenas 45 minutos, pero tuvo la virtud de revelarme varios aspectos recurrentes en mi experiencia.
Susan es suiza y tiene 39 años. Ha dejado recientemente un buen trabajo en Londres y se ha tomado unas semanas de descanso en Sudamérica, antes de decidir qué hará. No quiere tener una actitud reflexiva ahora, sino más bien contemplativa. A pesar de eso, qué significa este viaje para nosotros fue el asunto principal que tratamos. Con los ejemplos nuestros y de nuestras dos acompañantes. La palabra clave fue"crisis"; asumirla, en cualquiera de sus vertientes (laborales, relacionales, etcétera), como un paso necesario para seguir adelante. Negarla, por miedo al estigma social o para ocultarse a uno mismo algunos sentimientos, sería pensar que la vida es estática. Que se detiene a nuestra conveniencia. Pero no es así, y, además, siempre se presenta con oportunidades imprevistas.
En un periplo como el mío, de 2 meses o más, es fácil reconocer que las cosas son dinámicas, que no se paran. Basta con que uno se monte en el siguiente transporte y que vea los paisajes y las personas del entorno. Aquel domingo la línea Iruya-Humahuaca llevaba turistas y lugareños y un conductor experto para manejarse en pronunciadas carreteras de montaña. Tanto que, cuando a la vuelta de una curva se encontró con 4 burros ocupando la vía, hizo algo sorprendente. Aceleró, en vez de frenar. De repente, y por un tiempo de unos 15 minutos, el vehículo y los animales iniciaron una carrera. Los pasajeros estábamos expectantes. El ómnibus trataba de adelantar, pero siempre había un asno que lo impedía. No hubo apuestas cuando, a la vuelta de otra curva, el rebaño saltó a un terreno inferior y se retiró exhausto de la ruta.
Tras dormir en la misma habitación del mismo hostal de Humahuaca que había compartido con la arquitecta australiana, preguntándome si debía cambiar de cama o hacer algo para no percibir su fantasma, me encaminé a Bolivia. No había estado en mi itinerario original, pero muchos mochileros con los que me había cruzado opinaban que debía ser una escala obligada de mi itinerario. Allí me fui.
La Puna, el Altiplano, a una media de 3.700 metros de altura sobre el nivel del mar. Los Andes coronándolo todo. La suerte de que detrás de mí diera con un señor, ya retirado, ex técnico de minas, con ganas de contar su historia y la del escenario que atravesábamos. Extracción de minerales (zinc, plomo, estaño, plata). Todavía hoy en día, aunque con muchísima menor intensidad. El recuerdo del yacimiento de Pulacayo, donde llegaron a trabajar simultáneamente 3.ooo mineros, con 10 fallecimientos diarios por las durísimas condiciones. Con informaciones como ésta, los sentidos se agudizan al observar los parajes.
Resultó que en el ómnibus también iban las francesas que había conocido en Humahuaca 2 días antes. Audrey y Aurore, de 24 años cada una, serían desde ese momento mi compañía, con la que visitaría algunos espacios increíbles de Bolivia. El Salar de Uyuni, el Desierto de Siloli, los Géiseres Sol de Mañana. Lo explicaría con todo detalle, si no fuera porque no puedo detenerme. La carretera me espera. Quizá la próxima vez.

2 comentarios:

  1. No se te pueden resistir las mayores. Falta de experiencia o simplemente "karma" con "k" para que no destaque.

    Poesía, lo que falta es mucha poesía de la buena la de verdad.

    "De golpe al sur, de renombre al hombre"

    PD: Te mande un e-mail con el teléfono de mi hermana en Valparaiso.

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  2. Borraría mis pasos,negros hondos sedimentos,
    para que las sales de mi memoria no le temieran al vértigo,
    y despacio, de puntillas,inventaran rastros nuevos.

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