Después de subir a la Torre Antel, de 160 metros de altura, centro de operaciones de la empresa estatal de telefonía, mi visión de Montevideo adquirió otra impronta. La panorámica sobre la ciudad ofrecía aspectos que mi paseo en torno al casco histórico no me había mostrado. Arboledas, edificios modernos, un trazado de manual de urbanismo. La panorámica, además, me hacía recordar el origen del nombre del lugar. Las tres posibilidades manejadas por los historiadores hablan de un monte avistado desde el mar. Imprescindible, por tanto, hacer lo mismo desde tierra. En la foto de la izquierda puede observarse la torre de la Casa Salvo [ver entrada "MVD"], un ejemplo de la riqueza de una época.
También pude divisar la inmensidad del fondo acuático. Para mí, es inconcebible que no sea el mar, sino el omnipresente Río de la Plata. Para probármelo a mí mismo tuve que pisar la arena de la Playa de Pocitos y remojarme los pies. Sí, era agua de río, su espesor arrastraba sedimentos del fondo. Estaba fresquita, aunque no me llegué a meter del todo. Por ese lado de la costa, hacia el sudeste (el centro está al suroeste) hay otras muchas playas y la expansión de la ciudad contemporánea, que refleja una actividad económica equivalente al de otras capitales. Las primeras impresiones no son definitivas.
Era miércoles y el grupito con el que me había juntado en el hostal quería comprobar la noche montevideana. Nos recomendaron un boliche o discoteca llamada "Azabache". Era la noche de la salsa. Ambiente guapo, bailarines entrenados y un descubrimiento: la cumbia vieja. Ni había oído hablar de este ritmo, ni suponía que fuera autóctono. Aunque lo mejor vino al día siguiente. Otra recomendación nos llevó a La Diaria, un local que combina café y redacción de un periódico "alternativo", donde iba a celebrarse una actuación de candombe electrónico. Fue una experiencia genial. Me compré el CD de los artistas, agrupados por Tatita Márquez (www.myspace.com/tatitamarquez ). Hablando del asunto con la gente del Ciudad Vieja-El viajero, Nati me contó lo importante que era el candombe para ellos, en el contexto del carnaval. Me dejó fotografiar su tatuaje, alusivo a esa música percusiva de orígenes africanos: la luna y las estrellas.
Es de noche y me voy de Montevideo. Al final, he disfrutado en Uruguay y me gustará volver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario